Me llamo Camila Sofía Morales, y me dedico a algo que hace unos años parecía ciencia ficción: asesorar empresas y particulares en la adopción de criptomonedas y tecnología blockchain.
Cada día comienza con un café fuerte en mi apartamento en el Viejo San Juan. Desde aquí, con mi laptop y conexión estable, asesoro startups, inversores y empresas que quieren entender este ecosistema cambiante. Algunos me llaman “la bruja del blockchain” porque predigo tendencias antes de que los demás las vean. Pero no es magia, es análisis, datos y pasión.
El mundo cripto es un torbellino. Un día, Bitcoin rompe máximos históricos; al otro, un proyecto DeFi que parecía prometedor colapsa. Mantenerse al día no es opcional, es una necesidad.
Hoy, tengo una reunión con una fintech de Nueva York interesada en integrar stablecoins en su plataforma de pagos. Me emociona porque la descentralización puede cambiar la vida de muchas personas, sobre todo en Latinoamérica, donde el acceso a la banca tradicional sigue siendo un privilegio.
A media tarde, me reúno con una startup de Puerto Rico que quiere lanzar su propio token para financiar proyectos ecológicos en la isla. Esto es lo que más disfruto: ayudar a construir soluciones reales con blockchain.
El sol se esconde sobre el mar y cierro mi día revisando el mercado. Invierto estratégicamente, analizo proyectos y, sobre todo, educo. Porque creo que el verdadero poder de las criptomonedas no está en la especulación, sino en la libertad financiera que pueden traer.
Al final del día, sigo con la misma misión: crear un futuro financiero más descentralizado, inclusivo y transparente. Y aunque el camino esté lleno de desafíos, sé que estamos en el inicio de una revolución imparable.